EL VIENTO DONOSTIARRA, REPEINADO

 

El Peine del Viento era elegido por los guipuzcoanos como una de las siete maravillas de la provincia. Esta noticia de publicaba el 16 de septiembre del 2007, el mismo día en que reinauguraba oficialmente el espacio creado por el arquitecto Luis Peña Ganchegui para albergar las escultura de Eduardo Chillida. En realidad eran tres esculturas que formaban una sola y verdadera, como la divinidad cristiana. Por esa razón ha habido tanta confusión con le nombre: Los Peines del Viento, El Peine de los Vientos o todo en plural, Los Peines de los Vientos. Pero a mediados de febrero, cuando Luis Chillida anunciaba en un acto, convocando a los medios, todos los pormenores del programa, tuvo ocasión de aclarar ese particular. Se trataba de un solo peine y de un solo viento.
Una de las curiosidades más comentadas fue que Eduardo Chillida venía trabajando con la idea de los peines desde 1952 y siguió haciéndolo incluso después de la instalación, en 1977. Son veintitrés los peines que realizó en ese tiempo y que se estudiaron dentro del programa del treinta aniversario. A primeros de marzo, María Elósegui, hija del ingeniero José María Elósegui, responsable del montaje de las tres piezas de acero en su ubicación definitiva, publicaba una historia pormenorizada de todos los trabajos. Descartada la utilización de un helicóptero por la dificultad de trabajar junto al acantilado, se optó por la construcción de unos puentes de madera con raíles.
La gastronomía no estuvo ausente de las celebraciones y a comienzos de agosto la Asociación de Empresarios de Hostelería de Gipuzkoa presentó, en Chillida Leku, una serie de platos y bebidas inspiradas en el monumento. Cócteles y comistrajos más o menos digeribles bajo el título de los Aromas del Peine. Hubo también, conciertos  durante el Jazzaldia, la Quincena Musical y la Aste Nagusia, pero lo gordo de la celebración se dejaba para septiembre. El jueves seis, Alex Ubago, Amaia Montero, Mikel Erentxun y Txetxo Bengoetxea actuaban ante un numeroso público y un importante despliegue de medios que dos meses más tarde anunciarían la separación de rubia cantante, del grupo La Oreja de Van Gogh, tras once años viaje en común. Carlos Aurtenetxe aportó la poesía en otro acto, con Loreto Fernández. William Curtis y Víctor Gómez Pin ofrecieron diversas conferencias y finalmente, tras el corte de la cinta, treinta años después de que, según se contó, la única inauguración fue una retirada discreta de los vallados, el alcalde Odón Elorza, el diputado general Markel Olano, la presidenta de las Juntas Generales, Rafaela Romero y la consejera Miren Azcarate, daban por cerrado (o abierto) el acto. Jon Maia bailó, al fin, el aurresku de honor. El cuarteto Izadi ponía la música de la primera parte y daba paso a la Banda de Txistularis. Por la noche los dantzaris de Kukai Dantza Taldea, los niños de Orfeoi Txiki y los txalapartaris de Oreka TX, cerraron el acto ante un impresionante  espectáculo de rayos y truenos.
                  Un grupo de nadadores que había institucionalizado la Travesía de la playa de Ondarreta al Peine fueron los primeros en darse cuenta de que el monumento había crecido en familia. Treinta años es mucho tiempo y también el arte se reproduce y echa raíces. Tras las rocas, los peines habían creado nuevas púas que se retorcían buscando alimento en las espumas de las olas. ¿O estarían aprendiendo a peinar el mar? ¿Serían ya los peines de los rubios cabellos de las sirenas de Igueldo? ¿Quién sabe? Posiblemente Eduardo ya habría previsto que su escultura más querida se tornase anfibia, tuviese vida propia y se multiplicase.

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