LA PROCESIÓN EN PASAI DONIBANE

 

La Semana Santa a duras penas se mantiene en algunas localidades gracias al esfuerzo y el tesón de un voluntariado parroquial, cada vez más escaso y entrado en años. La sociedad, cada vez más laica, más cómoda y menos interesada en el hecho religioso, no participa en estas liturgias, que están agonizando sin remedio. Tan solo Segura, Hondarribia, Azkoitia, Mutriku, Pasai Donibane, Elgoibar y pocas localidades más mantienen esta tradición con la suficiente entidad como para atraer y movilizar a un puñado de curiosos. Además el espíritu católico de reflexión, recogimiento y oración de estas fechas, y que es la escenografía de las procesiones, ha desaparecido. Ni siquiera las procesiones de más abolengo, como las de Sevilla, se libran ya de ese espíritu vacacional y son visitadas como un espectáculo más. Quizás las juventudes de asociaciones del tipo a Nuevo Mundo estén aportando una nueva lectura de estas tradiciones y asuman ese relevo generacional necesario, aunque vinculado a un tipo de compromiso religioso más conservador.
Sea como sea, resulta atractivo, aún, acercarse a estas pequeñas localidades y dejarse inundar por la fe y la entrega que sin duda transmiten los participantes en sus procesiones. Las trompetas y tambores de las bandas municipales, tronando a ese ritmo pausado y firme a la vez, que hace eco en nuestros pulmones. Además del gustazo de disfrutar de esa imaginería barroca, tan expresiva que, fuera de su entorno habitual adquiere una belleza renovada.
El vestuario puede ser más o menos rico y ceremonial, pero eso no es un elemento que aporte especial valor al espíritu religioso. Esto no es un carnaval donde hay que deslumbrar al público con brillos y luces de colorines. La procesión de Pasai Donibane puede resultar, quizás menos espectacular que la de Segura, y sus pasos pueden tener menos pedigrí pero, para los sanjuandarras son los mejores de la tierra y no los cambiarían por nada. Piezas como Kristo Bonantzakua, rescatada del fondo del mar los arrantzales locales y al que se dedicó el nuevo templo, o el Cristo de Bristol, conseguido de igual manera, en aguas inglesas, y convertido en el Cristo Yaciente. Cada imagen tiene su historia, de la que el mar y los propios sanjuandarras forman parte y todos juntos son como miembros del mismo cuerpo. ¿Qué pieza puede tener más valor que esa Oración del Huerto, atribuida a Salcillo, con el ángel de alas extendidas y que no pasa por los estrechos túneles de la única calle del pueblo? ¿Que hay más importante que la ceremonia de desmontar esas alas para que la procesión cumpla todo su itinerario? Y ese Cristo flagelado, hermético y doliente; y el que porta la Cruz, de la escuela castellana. Y La Dolorosa, y San Juan Evangelista. Y esa Verónica, representada por una sanjuandarra, que hace poco estrenaba sudario con la Santa Faz de Cristo pintada por ese, también, sanjuandarra de lujo que es Pedro Etxeberria Ansa, Pedrotxo para sus amigos. Pintor, músico, compositor y director del coro y de la Banda Konstantzia, que interpreta un repertorio propio, compuesto, armonizado o versioneado por alguno de los diferentes músicos u organistas que a lo  largo de los últimos años han ejercido en la parroquia. Pedrotxo falleció en marzo de 2007, a la edad de 77 años y su funeral fue multitudinario. Un funeral de grandes honores, con todo el despliegue de medios pues nadie como él describía las bonanzas de Pasai Donibane, su carnaval, su Semana Santa, sus regatas, sus casas, su calles mil veces retratadas por miles de pintores y por él mismo. Por eso la procesión de Semana Santa del 2007 fue especial y mutilada pocos días antes de su celebración.

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